04 diciembre 2007

La Francia de Sarkozy

Rodrigo Bordachar Urrutia
Abogado PUC
Candidato a Máster en Derecho por la Universidad de París II Panthéon-Assas



Mientras me tomaba un chocolate caliente en la heladería Amorino de la Rue Soufflot, a pasos de mi universidad con mi compañera Mylène, entran dos señoras con pinta de gringas jubiladas. Le preguntan en inglés a la vendedora por qué protestan los jóvenes que caminan con un lienzo por la calle. Ella le contestó que no sabía.
Las señoras empezaron a leer los carteles y, aparte de no leer francés, no entendían nada. Entonces les dije: “protestan contra la autonomía universitaria; eso en mi país lo empezamos hace 30 años”.

Así podríamos resumir las últimas semanas de Francia: huelga del transporte, de los pescadores, de los estudiantes… hasta de los abogados. ¿Qué está haciendo Nicolás Sarkozy en el Elíseo que todo el mundo habla de él?

Tras la derrota de Ségolène Royal en junio pasado frente a Nicolás Sarkozy, la izquierda francesa pareció entrar en un estado de desorientación absoluta, estado que se acrecentó con el tiro de gracia que el Presidente Sarkozy dio al integrar a miembros del Partido Socialista francés a su gabinete.
Sarkozy goza actualmente de una mayoría suficiente, aunque menos holgada que la de su predecesor Jacques Chirac, para cumplir su programa de gobierno. Tiene al menos 5 años de garantía, que es período de la actual Asamblea Nacional. En su programa el Presidente había advertido sobre reformas duras, pero necesarias para sacar a Francia del estado de postración en el que a su juicio se encontraba. Según él, Francia necesitaba de una vez por todas acelerar el tranco, pues “se había quedado demasiado tiempo atrás”. Partió así anunciando una reducción sustancial de puestos públicos, la disminución global del gasto fiscal, la eliminación de algunos tribunales de justicia, llamados de proximidad, reformas a los regímenes de jubilación, autonomía financiera a las universidades y un reestudio a la política de inmigración entre otras reformas. Todas ellas están siendo actualmente discutidas en el Parlamento.

Los otros actores políticos
¿Qué ocurre con las demás agrupaciones políticas? Los partidos de la oposición han tenido escasa participación en la discusión de los temas, a tal punto que un matutino titulaba hace unos días “¿Está muerto el Partido Socialista?”. Este partido vive actualmente una verdadera montonera, marcada además por conflictos personales entre sus líderes. El actual primer secretario del PS está siendo amenazado en el cargo, desde las bases, que lo encuentran ajeno y sin respuestas a sus inquietudes. Se le critica que siempre el primer secretario del PS imponía su liderazgo a todo el país, siendo siempre “EL” candidato natural de la izquierda al Elíseo, cosa que en su caso no ocurrió. Además, su ex esposa y ex candidata presidencial Ségolène Royal le critica públicamente que no representa los intereses del pueblo francés y de no tener una actitud proactiva. Más atrás, pero de manera más sutil aparece en la crítica el alcalde de París, Bertrand Delanoë, quien en una ciudad tradicionalmente de Derecha (fue elegido tras la división de los partidos de derecha en la última municipal) goza de una popularidad que parece tenerle asegurada su reelección con medidas efectistas, como la playa en el Sena, los Velib (un sistema de transporte público que permite arrendar bicicletas en cada esquina), y el Tramway, que ya cuenta con tres ramas, entre otras. Todos critican a su propio partido y sus líderes.
Hollande sólo atina a prometer un aumento de los sueldos y del poder adquisitivo de los franceses: ¿el modo? Nadie lo sabe.
Más a la izquierda, el Partido Comunista francés que ya se encontraba en crisis de liderazgo antes de la elección presidencial de junio, prácticamente no existe en el debate público. Sus tradicionales banderas de lucha han sido tomadas por los sindicatos, como veremos más adelante.
En tanto, el ultraderechista Frente Nacional de Jean-Marie Le Pen, que acaba de ser reelecto presidente de su partido, parece estar más preocupado de salvar la crisis financiera en la que se halla sumido tras la debacle que significaron las elecciones presidenciales y parlamentarias y en amagar las disputas internas entre los nuevos líderes que pretenden relevar a su veterano líder.
Por su parte, la sorpresa de la primera vuelta, François Bayrou ha sido incapaz también de estructurar su buen resultado electoral (recordemos que resultó tercero en la presidencial) en su partido, el UDF-Modem y últimamente sólo cuenta bajas que se pasan a las listas municipales y de gobierno del gobernante UMP. Por lo pronto, sus energías las tiene puestas en alcanzar la alcaldía de Pau, al sur de Francia.


Un Gobierno Heterogéneo
Podríamos decir que la mayor aptitud del presidente Nicolás Sarkozy es su muñeca y habilidad política. Desde el primer día descolocó a sus opositores —de la derecha y de la izquierda— al integrar a su gobierno a personajes de distintos orígenes que encarnaran a toda Francia: militantes socialistas (como Bernard Kouchner, en Relaciones Exteriores), ascendientes de árabes (como Rachida Dati, en Justicia) y ministros de color (como la secretaria de Estado para los Derechos del Hombre, Rama Yade), lo que antes no se había visto.
En el ámbito valórico también combinó. El caso más emblemático es el del Ministerio de Vivienda y Ciudad, en el que puso como ministra a la conservadora Christine Boutin, que defendió literalmente hasta las lágrimas su voto contra los pactos de unión civil, cuando era diputada, y a Fadela Amara, como su secretaria de Estado (subsecretaria), quien es presidenta de la agrupación feminista “Ni putas ni sumisas”. Como podrá ver el lector, el gobierno de Sarkozy es, por decir lo menos, variopinto.
Este aparente desorden de todas maneras tiene a veces desavenencias públicas y algunos ministros critican las medidas de sus colegas… la sangre tira, dicen. Pero sirve a poner orden la autoridad absoluta que tiene el Presidente.
Algunas de las ideas de Sarkozy han sorprendido a muchos de su sector. Lo más notorio ha sido que obligó a los colegios a leer públicamente en clases la carta de despedida de Guy Môquet, un joven militante de las Juventudes Socialistas que fue fusilado a los 17 años y que es un ícono para el PC francés. Sarkozy durante su campaña había reivindicado a Môquet

El Presidente “partout” (por todas partes)
Una característica de este gobierno es la omnipresencia del Presidente de la República. En Francia se comenta, e incluso es materia de sátira política, que el señor Sarkozy está en todos lados… y nadie sabe cómo. Un día puede estar viendo la semifinal del mundial de Rugby en Escocia, al otro día está en Francia, a la hora del té aparece en el Líbano y un día después aparece almorzando con Ángela Merkel en Alemania. Sencillamente Sarkozy aparece en todas partes.
En la V República tradicionalmente el Primer Ministro ha sido un actor de relevancia, pero desde la llegada de Sarkozy la figura de François Fillon, su primer ministro, aparece absoluto segundo plano. Tanto así que a la fecha de la redacción de este artículo, el Primer Ministro no registraba desde hace un mes y medio entrevistas de prensa, lo que resulta impensable para un jefe de gobierno, más aún en Francia. Ya se habla de un quiebre en las relaciones entre Nicolás Sarkozy y François Fillon.
Sarkozy ha sido rostro público de todas y cada una de sus reformas. Aparece él explicándolas a la gente, en terreno incluso. A tanto llega su protagonismo que podemos verlo hasta discutiendo con los pescadores que protestaban en su contra (él gritándoles que bajaran a conversar con él “si eran tan hombres”, pero escoltado -eso sí- de dos guardaespaldas). Pero sí es cierto que en los momentos más álgidos de las protestas sociales no se le vio en los medios y fueron sus ministros el rostro público de las negociaciones.

Las reformas
Nicolás Sarkozy llegó con una idea fija: que Francia retomara el sitial que le corresponde en el abanico mundial. La causa de esta pérdida de liderazgo estaría en este mega Estado, dotado de demasiadas funciones y que en lo social, es demasiado dadivoso. Llegó, por tanto, de mangas arremangadas, podríamos decir, a abrir las ventanas y “orear” la casa
Desde su primer día dispuso de una Comisión de Reforma a las Instituciones, presidida por Édouard Balladur, para proponer reformas legales que permitan reducir el tamaño del Estado. Como consecuencia de lo anterior, ya se redujeron numerosos puestos públicos en diversos ministerios y en algunos colegios.
La reforma tocó incluso a otros cuadros, como el de los abogados, que, como nunca han protestado. La Ministra Rachida Dati debe en su función eliminar varios tribunales de justicia, llamados de proximidad y que conocen de causas de una cuantía muy pequeña. El problema es que a diferencia de Chile los abogados están directamente vinculados a un tribunal y no son “nacionales”, lo que genera la crítica del gremio. Es la llamada reforma al mapa judicial.
Por su parte, la Ministra de la Educación Superior, Valérie Pécresse, tiene sus propias protestas, principalmente de estudiantes universitarios y de los liceos públicos. Se le acusa de querer privatizar la educación pública universitaria. En Francia no existen las universidades privadas, todas las universidades son públicas y las Grandes Écoles no son propiamente universidades, sino que institutos de enseñanza superior, aunque en muchos casos tengan mucho más prestigio que aquéllas. La denominada Ley Pécresse permite a las universidades públicas buscar financiamiento de manera autónoma del Estado, es decir, en la empresa privada. A diferencia de otros países, este endownment privado no aporta a la empresa beneficios tributarios. Pero el hecho mismo de que una universidad obtenga financiamiento del mundo privado hace erizar los pelos a los talibanes del socialismo, que ven en ello una eventual pérdida de libertad para las universidades en la determinación de sus planes y programas. Lo que sí parece ser cierto es que las más beneficiadas con este financiamiento externo serán las universidades más grandes en desmedro de las más pequeñas. Ni hablar de que haya incentivos para que las pequeñas sean beneficiadas, porque ahí sería otro problema, el de la discriminación.
En materia de inmigración, la preocupación de Sarkozy ha sido constante. Le ha encomendado a su Ministro de la Inmigración la expulsión de 25.000 inmigrantes ilegales, para lo cual ha utilizado algunos incentivos, como pagar a los inmigrantes ilegales para que vuelvan a sus países. Por otro lado, la medida más polémica producto de una enmienda al proyecto original del gobierno es la aplicación de test de ADN a los inmigrantes. Esto, con el fin de que cuando éstos solicitan traer a su familia a Francia sea fácilmente acreditable el vínculo de parentesco. El proyecto ha incluso despertado críticas al interior mismo del UMP y sus aliados, quienes lo tildan de xenófobo. La subsecretaria de vivienda lo calificó en la prensa de “asqueroso”.
En materia laboral llegó decidido a cambiar el sistema de pensiones. En Francia coexisten más de 130 regímenes especiales en materia de jubilación: empleados públicos, profesores, choferes de buses, empleados de ferrocarriles y podríamos hacer un listado eterno. En 1995 el entonces Primer Ministro Alain Juppé intentó infructuosamente imponer la reforma a los regímenes especiales, pero una huelga general de 2 meses terminó por cambiar los planes y, por cierto, al Gobierno, comenzando la primera cohabitación de un Presidente de derecha con un primer ministro de izquierda.
Hoy el escenario parece ser distinto. Tras una reforma a la Constitución las elecciones presidenciales son casi simultáneas con las parlamentarias (el período presidencial bajó de 7 a 5 años), lo que le da libertad al Presidente de hacer sus reformas durante su gobierno. Además las encuestas son favorables a los cambios.
Una consecuencia directa de que los servicios públicos sean del Estado es que pueden hacer presión. Al principio fue un día de huelga de transporte. Semanas después volvieron a la carga con una huelga más larga que a la postre no les sirvió de nada, porque el Presidente no transó, salvo en pequeñas cosas. Sirvió únicamente para poner en evidencia que la oposición está carente de ideas porque estuvo absolutamente ausente en el debate público. Sí afectó la popularidad de Sarkozy y Fillon, que tras 9 días de paro del transporte bajaron 5 puntos de popularidad.

Trabajar más para ganar más
Para los opositores de Sarkozy esta frase, que se ha transformado en el eslogan de su gobierno, es materia de burlas, toda vez que hace un mes el Presidente aumentó su salario en un 172%. Hasta antes de este cambio, el Presidente de la República ganaba la mitad que el Primer Ministro. Evidentemente fue un flanco abierto para Sarkozy, aunque las últimas encuestas indican que la población apoya las medidas, incluso su aumento de sueldo.
El pasado 29 de noviembre el Presidente Sarkozy anunció las nuevas medidas tendientes a aumentar el poder adquisitivo de los franceses, el que se ha resentido tras la conversión al euro como moneda única desde 2000. Los precios han subido y no así los sueldos de los franceses. La única solución —afirmó Sarkozy— es “permitir a las personas trabajar más para ganar más y de crear condiciones para el crecimiento”. Esto significa en términos prácticos que por vía legal generará las condiciones para permitir el trabajo dominical, pero con una remuneración en tal caso del doble de un día de trabajo normal, la fijación de la jornada laboral de 35 horas no será obligatoria, sino que dependerá de las negociaciones entre los trabajadores y los empresarios, “empresa por empresa”. Si la jornada de trabajo cambia, deberá compensarse con mejoras salariales. Esto resulta importante, porque evidentemente una jornada semanal de 35 horas no resulta suficiente, las horas extras deben compensarse con tiempo libre (reducción del tiempo de trabajo, RTT). El Presidente Sarkozy ha propuesto la posibilidad de que el RTT sea sustituido por una compensación económica.
Leía algunas opiniones de gente común en el diario y muchos decían que les parecía mejor, porque acumulaban horas libres, pero no tenían dinero para, por ejemplo, salir de la ciudad a aprovecharlas. Ahora en teoría tendrían ambas.
Para facilitar los arriendos, Sarkozy propuso liberalizar la conclusión de los contratos. Arrendar hoy un inmueble en Francia significa por lo menos tener 3 meses para pagar por adelantado, entre el mes de garantía y dos meses de caución, además de gozar de un aval. El Presidente en su propuesta sólo permitirá cobrar un mes de garantía. Con ello pretende facilitar a los jóvenes independizarse, que cada vez demoran más en salir del hogar familiar.
Entre otras medidas, también propuso una formación remunerada para los trabajadores en cesantía, que cada vez más aprovechan las regalías del sistema social francés.

Finalmente podemos decir que las reformas impulsadas por Sarkozy y su equipo eran necesarias. Resultaba paradojal que en la V República, mayormente gobernada por la Derecha (salvo los 14 años de Mitterrand), se hubiera dejado crecer tanto al Estado francés. Los chilenos han tendido en el último tiempo a mirar con admiración a Sarkozy, quizás por decir lo que en Chile no se atreven, pero lo cierto es que sus reformas son casi las mismas (incluso menos intensas) que las que hace treinta años comenzaron un grupo de hombres y mujeres visionarios en nuestro país.

2 comentarios:

Anónimo dijo...
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