17 julio 2008

Agresión a Ministra

Carta enviada a algunos diarios sobre la agresión sufrida por la MInistra de Educación Mónica Jiménez el 16 de julio de 2008


Señor Director:
Hace ya un año que partí de Chile y me encuentro impactado del clima que se vive en el país. Cuando se pierde el respeto a las instituciones, personificadas en las personas que detentan cargos, la democracia empieza a peligrar.
La agresión a una ministra de Estado por una niña de 14 años no tiene justificación alguna y la ausencia total de arrepentimiento de parte de la agresora, realmente demuestra el estado de corrupción moral en que estamos cayendo en el país. Un relajo absoluto en las buenas costumbres y el respeto al otro.
Como bien lo ha dicho la ministra, lo que le pasó es el reflejo de las agresiones que viven cientos de profesores a lo largo del país. Miles de jóvenes, a su vez, ya no encuentran formación en sus casas, la que solían darnos nuestros padres y abuelos, y las costumbres (así, sin calificativos), son las que se obtienen en la calle, con los amigos, en Internet, en los programas de la TV (en esos donde sus participantes dicen que Sócrates murió de un balazo en la nariz).
Indignación me provoca igualmente la desidia de los "dirigentes del magisterio", que tras una ausencia de condena y una suerte de validación de la agresión de la alumna, pasó a un tibio rechazo, que si es leído con detención, no es tal.
Soy hijo de una "profesora de Estado", como dice su título, que se ha dedicado casi 30 años a formar en liceos públicos, a pesar de haber tenido la oportunidad de trabajar en colegios particulares. Por los relatos de mi madre, he visto a lo largo del tiempo cómo han cambiado las actitudes de sus alumnos. Hasta amenazas de muerte ha recibido de sus alumnos (ha tenido incluso que poner denuncias en el ministerio público), sin contar que sus colegas y ella misma viven a diario situaciones de irrespeto y provocación de parte de sus educandos.
Mientras, el Colegio de Profesores se dedica a defender a los malos profesores, evitando a toda costa que sean evaluados. Pero como sus dirigentes hace ya varios años que no pisan un aula (¿sabrán lo que es tener un alumno? ¿recordarán lo que es corregir pruebas?), poco les importan los atropellos que la gente que están llamados a defender sufre día a día, por sus propios alumnos.
Si hoy aceptan y "justifican" una agresión de una alumna a una ministra de Estado, por la calidad de una ley, tendrán mañana que aceptar y justificar otra agresión de un alumno, ahora a uno de sus colegas, por la mala educación que reciben.

Rodrigo Bordachar Urrutia
Abogado PUC
Master en Derecho, especialidad litigios y arbitrajes U. de París 2 Panthéon-Assas

¿Demasiados abogados?


Carta enviada a El Mercurio el 2 de julio de 2008, a propósito de la polémica sobre el número y calidad de abogados

Demasiados abogados

Señor Director:
Con atención he seguido la polémica relativa a la cantidad de abogados que existen hoy en Chile. Para quienes ejercemos a veces nos resulta impactante reconocer que muchos de nuestros colegas cometen errores en aspectos que resultan básicos, que redundan en una mala defensa y en un perjuicio a las personas.
Pero ello no quiere decir que se tenga que restringir la creación de facultades de derecho. También como docente, me ha tocado ver que muchos de los alumnos de pregrado tienen una concepción dirigista de lo que debe ser la profesión. Ante el peligro de una "sobreoferta" de abogados, la tendencia natural del estudiante de derecho es a clamar por una regulación en el número de vacantes. Sin embargo, "la comodidad tiene cara de hereje", porque resulta fácil pontificar cuando ya tenemos el cupo asegurado o, mejor aún, el título de abogado bajo el brazo.
No nos corresponde a los abogados ni mucho menos al Estado decir cuántos abogados son suficientes. Tampoco podemos asociar buena calidad a universidades tradicionales y una calidad menor a los egresados de universidades privadas. Hace años que no se da esa "norma".
Por lo que sí debemos velar es por asegurar una efectiva calidad de la profesión. En Francia, donde resido actualmente (y como lo han destacado importantes autoridades del derecho por este mismo medio) hay una doble función de los profesionales del derecho. Me gustaría ilustrar cómo funciona.
Por un lado tenemos a los juristas, que son los egresados de la carrera de Derecho que no tienen una vocación de litigante y que se desempeñan dentro de una empresa en funciones corporativas. El jurista no puede tramitar en tribunales.
Por el otro, están los abogados, quienes son los únicos habilitados para el ejercicio profesional ante los tribunales. Para poder devenir abogado es necesario cumplir con todas las pruebas en la respectiva universidad (al igual que los juristas, 4 años de estudios, para obtener la licenciatura o "maitrisse en Droit", más uno o dos años más de master en alguna especialidad, que aunque opcionales, son la regla).
Terminada la formación, el alumno da un examen escrito administrado por el Instituto de Estudios Judiciales (IEJ) de su propia universidad (donde el postulante hizo una preparación para el examen), y que es conocido por su dificultad. Aprobado el examen escrito, el alumno queda habilitado a rendir tres exámenes orales frente a una comisión (uno de ellos denominado "el gran oral"), más un examen obligatorio de inglés. Aprobadas ambas etapas, el postulante a abogado entra a la Escuela de Formación de la Barra (EFB), que corresponda, por ejemplo, la de París, Marsella, Versalles, etc.
En esta escuela pasará un año y medio en total, que se descomponen en 6 meses de formación en materias de fondo y procesales, además deontológica, 6 meses de pasantía en una jurisdicción, empresa, o institución administrativa y 6 meses en un estudio jurídico.
Finalmente el postulante sólo será abogado si aprueba el concurso al final de su formación en el EFB, el CAPA o certificado de aptitud a la profesión de abogado.
No quiero calificar si este es el mejor ejemplo o no, pero al menos es una iniciativa interesante a la hora de filtrar la calidad de quienes litigarán ante los tribunales. No podemos perder de vista que el abogado litigante está a cargo de defender los derechos de las personas.

Rodrigo Bordachar Urrutia
Abogado PUC
Master en Derecho, especialidad litigios y arbitrajes U. de París 2 Panthéon-Assas