04 junio 2006

La Marcha de los Pingüinos

Rodrigo Bordachar Urrutia
Abogado
Ideas Públicas


El año pasado más o menos a esta misma altura del año nos preguntábamos en una columna de qué protestaban los estudiantes… universitarios, porque entonces el debate era sobre la Ley de Financiamiento de la Educación Superior. Hoy una nueva movilización estudiantil, ahora de estudiantes secundarios, es la que acapara titulares y reportajes. Igualmente podemos repetirnos la misma pregunta: ¿De qué protestan los estudiantes?
Debo reconocer al lector que en un primer momento no entendía la actitud de los escolares y las acciones violentas que adoptaron para hacerse escuchar. Recordemos que hubo en un primer momento hubo cientos, sí, cientos de escolares detenidos por disturbios y desórdenes. Sus pretensiones eran la gratuidad de la PSU, cuyos aranceles habían sido comunicados por la Universidad de Chile recientemente, además de pase escolar gratuito, pues su uso se limitaba a dos viajes diarios. Poco a poco los estudiantes y sus dirigentes se dieron cuenta que la modalidad usada, mayormente violenta, no era el vehículo idóneo para captar adherentes a sus peticiones y que, muy por el contrario, comenzaban a despertar anticuerpos en vez de la simpatía de la comunidad nacional.
Tomando una actitud pacífica ahora, salvo excepcionales incidentes, los secundarios ampliaron y profundizaron sus demandas, ahora a la derogación de la Ley Orgánica Constitucional de Enseñanza (LOCE) y de la Jornada Escolar Completa (JEC). A su entender, y las cifras los respaldan, los sucesivos gobiernos a contar de 1990, a pesar de haber triplicado el gasto en educación, no han logrado mejorar los índices de calidad de la educación pública. Los desastrosos resultados en el SIMCE, que en casi 10 años no sólo no han logrado avanzar sino que han retrocedido, además de un aumento vergonzoso en la brecha existente en los resultados en la PSU entre colegios particulares y municipalizados dan cuenta del total fracaso de los gobiernos de la Concertación en la materia.
A nuestro entender los cambios no pasan, como creen los estudiantes, en la derogación de la LOCE. Para ellos el traspaso de la educación escolar desde el Estado hacia las municipalidades ha sido el principal factor de degradación en la calidad de la educación. Creemos, sin embargo, que el balance luego de 16 años de vigencia de esta ley no puede ser más que positivo, pues abrió la posibilidad a los privados de entrar en la prestación de servicios educacionales, a través de colegios particular-subvencionados, como en la educación superior, lo que ha redundado en un aumento de la cobertura. Con todo, no desconocemos que ésta deba ser perfeccionada, pero en ningún caso esta perfección puede terminar transformando al Estado en el motor y casi prestador único de la educación, sino que, por el contrario, traspasando a los escolares y a sus padres la libertad de elegir el colegio que más se acomoda a sus intereses. Esto es, traspasando los subsidios que da el Estado a los colegios municipalizados a los propios beneficiarios, lo que redundaría en una mayor competencia entre los colegios por acaparar mayor cantidad de alumnos a través de la mejora de sus índices de calidad. Creemos que la labor del Estado debe limitarse a prestar directamente educación en lugares que por lo difícil de los accesos no puedan prestarla los particulares.
Por otro lado, una reforma al sistema educacional pasa obligatoriamente por derogar el Estatuto Docente, cuyo único efecto fue perpetuar a los malos profesores en sus cargos, a través de una mal entendida inamovilidad laboral.
En segundo lugar, la JEC ha terminado siendo sólo un derroche de recursos en nuevos edificios, pero no hay avances concretos que permitan decir con propiedad que ésta de verdad se usa para mejorar la calidad de la educación. Los colegios particulares, por ejemplo, aprovechan de complementar las mayores horas de clase, en complementar las materias mínimas, con currícula adicionales a los mínimos establecidos por el Estado. La prueba de su eficacia está en los resultados.
Finalmente, creemos que las soluciones a las inquietudes de los estudiantes, que no son más que un clamor desesperado por igualdad de oportunidades que en los gobiernos de la Concertación no ha sido satisfecho, no pasa por retroceder 20 ó 30 años al “Estado Docente”, sino que pasa por mirar al futuro y adoptar los modelos que han llevado a otros países a dar el gran salto en materia de la calidad de la educación, salto que sólo se da al traspasar a las personas la libertad de elegir su futuro y el de sus hijos.

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