09 septiembre 2006

Dios ha muerto; la Concertación lo mató*

Hace poco más de un año se promulgó la Ley 20.050, que contenía quizás la más importante de las reformas a la Constitución de 1980 que se hicieran en democracia. Estas reformas tuvieron su origen en dos mociones parlamentarias, la primera de senadores de la Alianza y la segunda, de sus pares de la Concertación. Las reformas constitucionales que en definitiva se aprobaron fueron fruto de consensos políticos importantes entre la oposición y el gobierno. Pero quizás uno de los aspectos que más se destacaron para marcar un punto de inflexión entre “la Constitución de Pinochet” y la Constitución reformada de 2005, fue que en la actual redacción, luego del Decreto N.º 100, que fijó el texto refundido del Código Político, ya no estaba la firma del Presidente Pinochet y sus ministros, sino que ahora llevaba la de Ricardo Lagos y su gabinete, marcando para muchos con este acto el fin de la transición a la democracia.
Aparte de las reformas que en la Ley N.º 20.050 expresamente se aprobaron, el ex presidente Lagos literalmente borró por decreto a Dios de nuestra historia republicana. El lector se preguntará de qué estamos hablando, máxime si hace bastantes años que el Estado se ha separado de la Iglesia. Pues bien, desde la Constitución Provisoria para el Estado de Chile, de octubre de 1818, los sucesivos textos constitucionales (incluida la Carta de 1925, conocida por marcar la separación definitiva entre Iglesia-Estado, y a excepción de la de 1828) han incluido antes de comenzar su articulado una invocación a Dios, bajo fórmulas tales como “en el nombre de Dios omnipotente, creador y supremo legislador” (1818), “ante el Supremo Legislador del Universo” (1822), “en el Nombre de Dios Omnipotente, Creador, Conservador, Remunerador y Supremo Legislador del Universo” (1823 y de manera similar en 1833) o “invocando el nombre de Dios Todopoderoso” (1925 y 1980).
Rescatando las palabras del eminente constitucionalista Alejandro Silva Bascuñán (militante y fundador de la DC), “la invocación solemne a la Divinidad (en los textos constitucionales) armoniza con una característica que se encuentra en la raíz de la nacionalidad chilena y que tiene vigencia y vigor en amplia porción de quienes la componen, como lo testimonian una y otra vez las respuestas recogidas en los censos de la población” (Tratado de Derecho Constitucional, Tomo IV). En definitiva y anticipándome a los ataques, esto no es conservadurismo, ni un clericalismo trasnochado, sino que es la defensa de las bases de nuestra república, que si bien es laica, no debe desconocer sus principios fundamentales y la existencia de derechos que corresponden en razón de su naturaleza.
Si nos sentamos a ver en perspectiva los últimos ocho años de gobierno de la Concertación podemos decir que las bases fundamentales del humanismo cristiano, que han sido pilar de nuestra república desde sus inicios, han sido atacadas sucesiva y arteramente. Hoy por hoy vemos como temas valóricos se apoderan de la agenda pública y, sin exagerar, la formación “en lo diverso” ha hecho que a nuestros jóvenes y ciudadanos temas como el derecho a la vida, la libertad (en su sentido más propio) y otros tantos fundamentales les importen cada vez menos, de acuerdo a lo que dicen las encuestas.
Siguiendo en esa línea me parece que existe una cada vez mayor disociación entre los principios cristianos que inspiran a la Democracia Cristiana, partido que como sabemos forma parte de la Concertación, y las actuaciones públicas de sus dirigentes y representantes, incluso algunas de las cuales contravienen expresamente el texto de la declaración de principios de su partido, al cual dicen adherir. Por ejemplo, en su numeral segundo, la declaración de principios del PDC “proclama como fundamentales los derechos de la persona humana”, para luego agregar que “tales derechos son anteriores al Estado, por lo que sus instituciones deben garantizarlos integralmente, junto con otorgar a la sociedad los medios para someter su ejercicio a la exigencias del bien común”. En su numeral cuarto la Democracia Cristiana dice defender “a la familia como célula básica de la sociedad y procura el fortalecimiento de sus vínculos, la dignificación de la mujer y el resguardo de los hijos”. Permítame usted, señor lector, preguntarle si los dos entendemos lo mismo o llegamos a la misma conclusión: ¿es que acaso la DC renunció definitivamente a sus principios? ¿Sigue creyendo en que existen derechos de la persona humana anteriores al Estado, que cree en la familia, en el fortalecimiento de sus vínculos y todo lo ya señalado? Lo dejo a su examen.
Tampoco quiero que se piense con esta columna que estoy proponiendo volver a una sociedad clerical; muy por el contrario, sólo quiero hacer patente que en los 16 años de Concertación (la misma cantidad de años que duró el Gobierno Militar) bajo el rótulo de “humanismo laico” no ha “quitado la oscuridad que imponían las cadenas de la religión”, sino que ha buscado desconocer los derechos más esenciales de la persona humana y la posición del Estado frente a ésta.
Finalmente cabe preguntarse, a partir de los últimos acontecimientos derivados de la entrega de la Píldora del Día después a niñas desde 14 años sin consentimiento, o al menos consulta, a sus padres si no se trata de un nuevo ataque —quizás la estocada final— a las bases humanistas de nuestra república. ¿Habrán guardado los dirigentes del partido Demócrata Cristiano (enfatizo la última palabra de su nombre) que ministros de su partido firmaron la sentencia de muerte a Dios de nuestra Carta Fundamental?

Rodrigo Bordachar Urrutia
Abogado PUC
(*) Columna publicada en El Mostrador (www.elmostrador.cl) y Revista Realidad

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Después de años por esperar que fuera revelado el "famoso" espíritu conservador o ¿ aconservadorado? de este ilustre personaje, al fin sale de las tinieblas con un excelente articulo digno de un católico campechano y bien puesto. Gracias por favor concedido.
Un estimado ex-compañero de la UC
con obsesión fisiocratica.

Donatello dijo...

Ante tan nostálgico testimonio, solo me queda conformarme (con lamentable resignacion) con la clase católica de este país.
Siempre han existido cristianos, protestantes, laicos y ateos. No porque las Constituciones anteriores hayan estado marcadas por la incesante presión que la Iglesia ejercía sobre el Estado, debemos mantener esas costumbres cristianas que en nada representan a la totalidad de la ciudadanía. La Carta fundamental es para todos, y no de un grupo de cristianos, que por mucho que sean mayoría, no representan a la totalidad de los habitantes, sobre todo si nos damos cuenta que en los últimos censos ha bajado la cantidad de personas que se declaran cristianas.
Creo firmemente en el derecho de culto, pero de ahi a estampar una frase cristiana arbitrarimente en una Carta que es de creyentes, ateos y agnósticos, me parecía a lo menos poco representativo (por no decir entrometido).
La historia está para aprender de ella, no para repetir errores pretéritos.
Cada cual debe ejercer el culto que quiera, pero ya basta de ese afán protagónico del Clero sobre las instituciones estatales.
La religión es una cosa y el estado otra.

Anónimo dijo...

A Dios tú mismo dejaste que lo mataran dentro de tu corazón. ¿Acaso no es más poderoso Él que cualquier ley escrita por la mano fugaz del hombre? Revive a ese Dios en quien tanto crees, y deja de quejarte porque no se está imponiendo su creencia a un país entero, que, por lo demás, tiene miles de otras preocupaciones que esta.

Rodrigo dijo...

Anónima (asumo que es la misma de la columna anterior): Por una parte me alegra que este espacio tenga más visitas, lo que debo agradecer a Donatello por su inserción en su propio blog. Por el otro, me permito contestar, que por razones de tiempo no había podido antes. En efecto lo que he tratado de rescatar en esta columna es una situación histórica y va de la mano cómo han cambiado las condiciones en el país desde el primer texto constitucional. Por lo demás se deja palpar con la sucesiva separación entre el pensamiento de la Iglesia con los ideológos de la Concertación, sobre todo cuando ambos cooptaban en el Régimen Militar.

fernando dijo...

Chuta, no se vaya a quebrar la institucionalidad democratica no mas con esto.